jueves, 29 de julio de 2010

chau chau vacaciones


Llegamos al tramo final del ocio que para mi ya se viene arrastrando, ergo,no existió gran diferencia.

Digamos... mirar para atras y ver solo pajaros,donde pudo haber habido migas;ver agujas oxidadas, cuando pudo haber habido sabanas y almohadas;pero quedamos con las flechas en las manos, y con la vista fija en nada, con los labios secos, con las manos en los bolsillos.
Tiramos puentes,levantamos paredes, cuando tendria que haber sido justamente lo contrario.
Y ahora ¿con qué me quedo?, un par de monedas, algun que otro trago amargo, con los PUDO SER lléndose por el caño, un par de besos en los bolsillos, una propuesta de trabajo,un poco de tiempo que todavia se escucha en el fondo de la lata y que tal vez mañana use, un poco de tacto, olfato,gusto a vos, que le preste a la imaginación para no extrañarte tanto, un terrible dolor en la pierna izquierda.


Como si la vida no fuera bastante efímera ya de por si, como para andar viendo por los vidrios.

jueves, 15 de julio de 2010

amor o lucha o partido de poker o yo que se...


Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.