miércoles, 1 de febrero de 2012


Y subió, porque, claro, te da tiempo, pero subió.
Chau, adiós maquinista de la sobriedad, de la tolerancia a la defensiva, de la coherencia, yo me quedo, me entretuve en el andén jugando a la payana sin timba, mintiéndome, enseñándole a mi perro a escribir en francés.
Goodbye, ciao señor maquinista, igual voy a seguir viendo eh, aunque no me gusten los paisajes de último vagón, serpiente adiestrada, puntito inquieto. Yo me quedo aca sentado, total me dejás un silbatazo, un salvavidas pinchado, pero merecido.
Y yo me cuelgo de tu humo, porque, no se, tu resaca de hollín me salva un rato, de a empujoncitos.
Claro que no vas a saber que sos vos, porque (¿quién vió retrovisores en un tren?) es historia muy pasada, canguro de luz en esta cronología fácil.
Y ahora, como sol de crepúsculo viendo como despertás...caigo, y bailo con estrellas truchas de tu cielo indiferente
no se que voy a buscar con aleatoria indiferencia
si ni con su infinita existencia
pintan, como vos, todo el celeste.
Atlas estoico por mi propio Hades.
Tenés razón, tenés razón, no salté, cual vallas, carrera de obstáculos, los prejuicios ajenos para llegar a vos, y tal vez quedé último.
NO ES AMOR podrías argumentar, y yo no tendría más defensa que la certeza de tu error. Pero ya no tiene sentido buscar tus labios besando otros, mirarme en espejos rotos, vivir en jaque, morir en cómodas cuotas.
Au revoir, Sayōnara señor maquinista, la estela es cada vez más débil. Usted no vuelve lo se, yo lo dejé ir, pero si alguna vez se pierde, y vuelve para vomitar primaveras, aquí lo esperaré...con el reloj atrazado.